lunes, 24 de marzo de 2014

El que espera, desespera. ¿O no?

       ¿Qué haces cuando te toca esperar? Esperar una llamada, una visita, un resultado de… Nadal en Roland Garros cuando después del cuarto set se pone a diluviar y suspenden el partido hasta… el día siguiente. ¿Qué haces? Contar ovejas. No, eso es para dormir cuando estás desvelado.
Cuando esperas, puedes leer un libro, si lo tienes, o releer alguno que te haya gustado, si tu mejor y olvidadiza amiga te lo ha devuelto, o ver una película. Dirty Dancing, si tienes el día nostálgico y romanticón o una de Harry “el Sucio”, si quieres ver … si quieres ver a Harry “el Sucio”, se puede optar por 60 segundos, ves a Nicolas Cage con poco pelo y a la Jolie sin su mini equipo de fútbol. Aunque una apuesta segura es Lo que el tiempo se llevó, y si no que se lo pregunten a TVE que a día de hoy debe ser lo único que le hace ganar audiencia, al menos con esta película no la pierde. Por supuesto, se pueden ver culebrones. Si hasta ahora Nova echaba pocos, tranquilos, no os preocupéis, que llega la Siete de Mediaset y nos pone más. Otra opción es arreglar los armarios, claro que ver la ropa que no te pones porque no te sirve igual no es muy apetecible. Siempre queda un último recurso, limpiar los cristales. Esos que ahora están sucísimos porque no para de llover y apenas ves a través de ellos las montañas nevadas. Esos que pronto dejarán pasar la luz de la primavera y querrás ver limpios, y tú… tú… los miras al correr las cortinas y los ves… sucios y enormes; además, ese pisito enano en el que vives, de repente es la mansión de Julio Iglesias y está lleno de ventanas, de ventanas gigantes y para colmo, de cristales hasta el suelo, y la mitad del cristal es fijo. ¿Cómo pensaban quienes las idearon y las instalaron que yo iba a poder llegar a limpiarlas por fuera? ¿Esperan que llame a una empresa de alpinistas?
Ahora, sin saber muy bien cómo, estás buscando en Google alguna empresa de limpieza con un empleado escalador en lugar de esperar a esa llamada que no suena y que te estaba consumiendo la paciencia. Dale las gracias a tus cristales sucios, y a esa vecina cotilla que te pregunta si tus cortinas son grises de verdad, que hace que te suban los colores al restregarte por la cara que tus ventanas son opacas y entonces, llegas a casa, te remangas, te pones tu chándal viejo y andrajoso y te dispones a sudar la gota gorda, literalmente, con una bayeta con amoniaco en una mano y papel de periódico en la otra. ¡Más maja ella! ¿Qué harías tú sin esa vecina que te anima a limpiar las bonitas ventanas de tu casa cada quince días?
         En realidad, si estás esperando no te estreses ni te agobies, piensa que lo que llegue será bueno, agradable y beneficioso para ti y llegará cuando tenga que llegar. Cada cosa en su momento. Disfruta de cada momento. ¡Y dale los buenos días a la vecina con una gran sonrisa!

         Sonríe, que sonreír es gratis y muy sano. Feliz semana.


domingo, 2 de marzo de 2014

El poder del dinero

         Ni se os ocurra ser ricos, no. Ni se os ocurra siquiera querer ser ricos. Ni en broma. Ya estáis advertidos. ¡Oye! Lo digo en serio, ¡sacarlo de vuestras cabezas! Desde luego, ¡qué poca vergüenza tenéis!, ¡querer ser ricos! Ni hablar, eso no. Feo, sucio. Caca. ¡Agg! ¡Ser rico está mal! ¡No lo hagáis! Ser rico es malo. Repetid conmigo, (como diría una madre cabreada, segura de que no le vamos a hacer caso), repetid: No-quiero-ser-rico. Ni triunfador millonario, (que va en el mismo paquete, según tengo entendido). Aunque solo de oídas, porque practicar lo que se dice practicar lo de ser millonaria y triunfadora no lo he probado aún, y si aplico la moraleja de la película de “El poder del dinero” no lo seré, porque no quiero serlo, no vaya a ser que se cumpla lo que deseas y… la caguemos, perdón, la fastidiemos.
         Pues eso, que ayer me fui al cine por dos razones. Una, llovía a chuzos y en el cine, estaba a cubierto y lejos de una buena pinga, y dos, tenía un cupón de descuento del 40% del precio de la entrada. Mirando la cartelera, volviendo a mirarla, remirándola,…elegí “El Poder del dinero”, a pesar de que parecía que en el trailer te contaban la película entera (y te la cuentan), aunque tenía la esperanza de que no fuese así, y de que sale Harrisond Ford, que nunca me ha entusiasmado. Sin embargo, debo reconocer que los verdaderos protagonistas de la película no están nada mal. El “prota” (Liam Hemsworth, al que acabo de buscar y me enterado de que salió con Miley Cyrus, y ahora ya si que no solo no me gusta sino que…, mejor no digo más) y los coches de lujo y las mansiones. Los clubs donde se reúnen no me gustan tanto, demasiado fúnebres para mi gusto.
         Es curioso porque se pasan media película haciéndote creer que no hay nada mejor que ser rico, poderoso, triunfador y un ambicioso sin escrúpulos como todos ellos. Viste como ellos, piensa como ellos, vive como ellos. Pero resulta que al final son todos unos cretinos y la vida de rico no solo es una mierda sino que no es nada recomendable. Esa es la moraleja. No seas rico. Pues no. Me niego. El que quiera ser rico que lo sea, si ese es su sueño, es perfecto. Igual que el que quiera tener la mejor tabla de surf del mundo, o ser el cocinero de su propio restaurante. Cada uno que tenga los sueños que quiera y que luche por hacerlos realidad. El problema no son los sueños, sino las personas y cómo nos comportamos. Puedes vivir en una casa con veinte cuartos de baño y tener varios coches de lujo, de marcas que ni conozco (Ferrari, sí a esa la conozco) y ser feliz y ser una buena persona y disfrutar de la vida sin pagar un precio muy alto, igual que puedes ser feliz en una casita pequeña con un Panda (un Seat), todo depende de lo que quieras y necesites para ser feliz.
         Para pasar el rato, la peli, no está mal, aunque no ganará ningún Oscar, creo. Pero que quede una cosa clara. Podemos tener los sueños que queramos tener y pueden hacerse realidad, y sin miedo. Con cabeza. Por eso, no lo olvides: Vive tus sueños.
        

Sonreír, que la sonrisa es gratis y muy sana. (Por cierto, que he vuelto, o al menos me acerco). ¡Feliz domingo!