lunes, 27 de enero de 2014

El Misterio de la Cafetera

         Es un misterio que no logro resolver, y acepto sugerencias. Os explico: hace un tiempo compré una cafetera de “tres cafés”, es pequeña, cierto, pero los cafés que toma el creador-fabricador de la cafetera deben de ser de juguete, porque sus tres cafés son para mí un café normal (y no soy vasca). No importa, asumí que esa cafetera la usaría cuando estuviese sola. Pero resulta que es justo cuando no puedo hacer uso de ella.  ¿Por qué? Muy sencillo, porque no puedo quitarle el filtro. Soy la única persona de la tierra que no puede, la UNICA. Da igual quien pruebe, todos los consiguen, desde mi hermana, mis padres, mis amigos, el desconocido vecino de puerta, que sigue siendo desconocido y casi mudo, aun después de abrirme la cafetera (sí, necesito cafeína y sin cafeína soy una mujer desesperada que busca soluciones desesperadas. Aunque picar en la puerta del vecino con la cafetera en la mano no parecía tan desesperado hasta que vi su cara de asombro, creo que hubiera flipado bastante menos si le hubiese pedido un litro de aceite de oliva virgen extra de la mejor marca. Supongo que sacarlo de la cama a las siete y media de la mañana no ayudó mucho a que su cara fuese de super-mega-guay vecino). Da igual, necesitaba poner mi cafetera al fuego y era mi recurso del día.
         Por más que lo intento no consigo despegar el filtro de la superficie metálica de la base de la cafetera donde tengo que echar el agua. Lo he probado todo, abrirla estando aún caliente, en frío, echándole aceite, echarle el agua a través de los agujeritos del filtro pero no se llena nunca, golpeándola boca abajo, forzando el borde con un cuchillo,… no hay forma. No puedo. Pero cualquier otra persona puede sacarlo sin esfuerzo alguno. Miro, observo y… no aprendo. No soy capaz. Todos se ríen de mí, vosotros, quienes leáis esto también podéis reíros a gusto, pero por favor, darme una solución y de paso una explicación que no sea que la cafetera me tiene manía. Y sí, sé que podría comprar otra, no son tan caras, pero esa no es una solución que acepto. No permitiré que una cafetera de tres cafés-minis  pueda conmigo. Solicito ayuda.


Sonríe, que sonreír es gratis y muy sano. Feliz día, feliz semana.   

domingo, 26 de enero de 2014

Una harta más

     Exactamente eso, estoy harta. Harta de los políticos de este país, de las injusticias, porque los políticos no permiten que la justicia sea justa y los jueces imparciales. Harta de que me digan lo que puedo hacer o no con mi cuerpo, sin conocerme, sólo porque quieren imponer su voluntad, simplemente imponen porque ellos pueden hacerlo. Imponen lo que ellos no impondrían a sus hijas, a ellas las llevarían a Londres, y las llevarán (en secreto, igual que antes). Harta de los banqueros, de no poder fiarte de nadie cuando te manda firmar un papel, y hacerlo con miedo porque aunque lo lees, sigues sin entenderlo, si es que consigues ver la letra (mi madre lleva una lupa en el bolso, y ahora la entiendo). Harta de que la gente sea desahuciada, familias en la calle y mientras, los bancos se quedan con sus viviendas para tenerlas vacías, muertas del asco y teniendo que pagar las facturas de la comunidad, facturas que pagamos todos los españoles igual que pagamos el rescate a los bancos. Sin responsables, sin explicaciones y encima, maltratándonos.
Es curioso, la gente pasando penalidades, frío, hambre, necesidades, hundiéndose en la miseria, física y mentalmente cuando los verdaderos responsables, políticos, banqueros y demás como ellos son cada vez más ricos. Para colmo, tenemos que aguantar una entrevista al presidente con una periodista “amiga”, entrevista que poca gente vio, (muestra de que no queremos verle ni escucharle, ni perder nuestro tiempo porque entre otras cosas, ni le creemos ya, ni vemos las cosas como las ve él). Nosotros vemos los seis millones de parados, y así, sólo con recortes en nosotros, no en ellos, recortes en educación, en sanidad, con la subida de impuestos, ahogándonos, es muy difícil que el país salga adelante. La situación es complicada pero el desánimo es aún peor, la falta de confianza en quienes nos gobiernan o aspiran a gobernarnos… Esto último tiene peor solución, de la crisis saldremos como hemos salido antes. Saldremos cuando tengamos trabajo, con salarios y condiciones dignas, y haya políticos honrados que sepan de verdad cuál es la función de un político: luchar por el bienestar de su pueblo, respetándolo y cuidándolo. Quiero pensar que esto no es una utopía,  sino una realidad en el futuro, cercano o no, ya no lo sé, pero sé que lo veré. Que esta situación hará cambiar cosas, y los españoles dejaremos de ser unos conformistas y de mirar para otro lado, aceptando, callando, … . No perderé la esperanza. 
            Este post, se resume mucho mejor con el siguiente vídeo que he visto estos días en las redes sociales, y que sin ninguna duda, cuenta de maravilla lo que muchos pensamos. Aquí os dejo el enlace: Harto - TheVicVlogs

Reconozco que me disgusta que el post sea tan serio, pero para compensar, el vídeo es muy bonito. Un chico con un poema y una realidad. Por eso, aunque a veces cueste, sonríe, que sonreír es sano y gratuito. Feliz domingo.   


miércoles, 22 de enero de 2014

Hablar con una máquina, si puedes

         Me encanta hablar sola, lo reconozco. Eso de ir por la calle hablando sola es lo mío, se me da de vicio. Soy una experta, por eso llamar a una oficina pública y hablar sola me alegra el día. Hoy sin ir más lejos he tenido que llamar a la oficina de tráfico de mi ciudad. He estado algo más de dos minutos escuchando a una mujer hablar sobre cosas muy interesantes, pero que a mí no me interesaban ni lo más mínimo (era un mensaje grabado, muy claro, eso sí, y larguísimo; y muy bueno para la compañía telefónica, si no tienes tarifa plana). Le he dado los buenos días, pero no me ha devuelto el saludo. Se ha puesto a decirme a donde estaba llamando, cosa que yo ya sabía, pero le di las gracias por la confirmación porque así me aseguraba de no estar llamando por error a… vete tú a saber,… la Moncloa, por ejemplo. Sin embargo, ella tampoco me dijo “de nada”, (es un poco mal educada esta mujer, pensé). Siguió hablando de sus cosas, y yo le conté lo que pensaba hacer hoy para comer, unos chipirones rellenos con la receta de mi madre, pero no deben gustarle porque no tuve mucho éxito; ella seguía a lo suyo, muy centrada en lo que me decía. 
        Es muy útil saber el horario de las oficinas, y dónde se encuentran, también cómo debo pagar las multas o las tasas, con qué tarjeta sí y con cuales no, (las Mas… no sé qué, no les gustan) o que desde octubre o tienes cita previa o (si osas presentarte en sus oficinas) te saca de allí el de seguridad como el fallecido tío Phil sacaba de su casa al amigo de su sobrino Will Smith. Sin cita previa no tendrán nada que hacer aquí, viene a decir la mujer que habla al otro lado, en un tono de pocos amigos, (casi eché de menos a mi muñeco de la infancia que me protegía de la oscuridad por las noches, Yoyó, para que me abrazase).
       Pues nada, al final he perdido parte de mi valioso tiempo porque no podía hacer otra cosa, salvo esperar a que se callase y alguien de carne y hueso se pusiese al teléfono y que además supiese resolver mi duda, sin pasarme de compañero a compañero y tiro porque me toca.  Total, ¿tengo algo mejor que hacer? Divina paciencia.

Sonríe, que sonreír es gratis y muy sano. Disfruta de la vida.   


jueves, 16 de enero de 2014

Yo no sé nada


Yo no sé nada, no sé cuánto pago de luz, de agua, de teléfono, desconozco con qué compañías tengo contratados esos servicios. No sé con qué cuenta los pago, ni si uso cheques, tarjetas o efectivo. Yo no sé nada, señor juez. Yo no sé lo que firmaba, ni lo que se hablaba en las reuniones en las que he estado, ni lo que escribía en los mails que he escrito, lo siento señoría. Yo no sé nada. De hecho no sé nada de nada. Es más, yo no sé, ni sabía, que robar y estafar está mal. Qué culpa tengo yo si no lo sé. Si es cierto que he vivido por encima de mis posibilidades, yo no lo sabía. Si es cierto que poseo cuentas en Suiza y en otros paraísos fiscales, si es cierto que he estafado a la Seguridad Social, a Hacienda y a todos los ciudadanos de mi país, yo no lo sabía. Si todo eso es cierto, yo no lo sabía, señoría. Tengo una carrera, soy una mujer de hoy en día, trabajadora e independiente, pero yo de todo eso no sé nada. Señor juez, tengo que hacerle una confesión, …mmm…mmm… debo confesarle… ¡que tengo doble personalidad!, todo eso lo hacía mi otra yo. Esa es la verdadera razón.
A lo mejor usted pensaba que la explicación podía estar en que quiero mucho a mi marido, incluso aunque él no me quisiera tanto a mí y me fuera infiel; y que en el fondo, pensaba que esto nunca se descubriría y si se descubría, ¿para que está mi papi y sus amigos? Y que yo le diría que hablase usted con mi papá y sus amigos, señor juez. Si fuese así, que no lo es, ellos le dirían que usted se está equivocando al investigar este caso, que pierde el tiempo, porque antes o después mi marido y yo, saldremos impunes, y usted saldrá quemado, tocado y hundido. El fiscal dirá que no hay caso, que yo no debo ser ni nombrada, que usted está conspirando contra mí, y encima está perjudicando la imagen de nuestro país. Sí, usted perjudicaría la imagen de nuestro país al querer esclarecer este caso y demostrar que hemos delinquido, pero sabe, no podrá. Todo lo que está haciendo no servirá para nada, por varias razones, la primera, que soy hija de papá, y la otra, que en este país, robar y estafar es normal. Los raros son los honrados, y sabe, señor juez, es usted bastante raro. Pero no busque más explicaciones, señoría, ya se lo he dicho, tengo doble personalidad, todo lo demás es fruto de su imaginación.
Justo en ese momento cuando le explicaba a su señoría lo de la doble personalidad, susurrándoselo al oído, con total secretismo, me desperté en mitad de la noche, sobresaltada. Menudo susto me he llevado cuando me he visto frente a un juez declarando por unos cuantos delitos. Estaba a punto de gritar: Papa, llama cuando me desperté. Menos mal que era solo un sueño, como en los Serrano.
Después de unos minutos y ya calmada me di cuenta de que esa no sería mi declaración si algún día un juez honesto y cabezota se empeñase en decir que yo puedo tener algo que ver con fraudes y malversación. Pero claro, esto es hipotético porque entre otras cosas, no tengo un marido megaambicioso e inconformista, ni tengo un papi con amigos importantes, ni me veo haciendo esas cosas y porque además me quiero a mí misma bastante más que eso. Sé lo que hago, procuro leer los papeles que firmo, sé en qué cuenta cargo los gastos y cuantas cuentas tengo y el dinero que hay en ellas. Procuro comprar aquello que puedo pagar y vivo conforme a lo que tengo.
Incluso, aunque me cuesta, puedo entender que una mujer enamorada haga cosas, y permita otras, pero lo que no creo y no puedo comprender es que diga que no sabe nada, y que no se entera de nada. Una mujer, por encima de querer a su marido, debe quererse a sí misma y a sus hijos si los tiene, y saber donde está el límite. Si lo cruza es tan culpable y responsable como su marido y debería asumir su culpa. Todos deberían hacerlo. 
Dejemos de echar la culpa a quienes se limitan a hacer su trabajo, y encima a hacerlo bien, démosles las gracias, un gran aplauso y facilitémosles las cosas, ¡que ya está bien!

Y aunque a veces cueste, ¡Sonríe!, que sonreír es muy sano y no cuesta dinero.    

lunes, 13 de enero de 2014

LOS TACONES DE MI VECINA

Los tacones, esos que nos hacen más altas, esbeltas, elegantes, interesantes, los que algunas veces marcan la distancia, otras consiguen que los chicos vayan detrás nuestro… y los mismos que me sacan de mis casillas cuando mi vecina no se los quita al andar por casa. ¿Por qué? ¿Intenta martirizarme? ¿Le he quitado el novio en otra vida y quiere castigarme? ¿Le he robado el turno en la pescadería?
Todos los días, al levantarse de la cama, ya se pone los zapatos, creo que incluso antes de pasar por la ducha. ¿Qué le pasa, qué tiene? Taconea durante los cuarenta minutos que tarda en prepararse y salir a currar. ¡Chica que intento dormir! Pero no, no puedo. Cuando ella se levanta, yo me levanto, pongo la tele alta y a ver las noticias de la mañana una y otra vez. Lo bueno de esto, que no necesito despertador. Da igual que se me quede sin pila, de hecho últimamente, ya ni lo pongo, ¿para qué? Y lo mismo me ocurre a la hora de la siesta, y sí ya lo sé, la culpa es mía por dormir la siesta cuando ella llega de trabajar. Benditas tres de la tarde, esa bonita hora en la que yo he decido acostarme un ratito para dormir lo que me hacía falta por la mañana pero que no me ha dejado, pues ahora, por la tarde, tampoco. No hay siesta, porque llega la vecina taconeando y ni en broma se quita los tacones. Se pasea con ellos hasta casi las cinco cuando vuelve a irse. No puedo evitar preguntarme qué hace en su casa para pasearse tanto, por que ni la azafata de la Ruleta de la suerte se mueve tanto.
Pero debo reconocer que en lo más profundo de mi ser la admiro. Sí la admiro, porque ya tiene mérito estar todo el día con los tacones de un sitio a otro, incluso en la casa. Debe ser una superwoman para no necesitar llegar a casa y hacer como la mayoría, que al tiempo que estamos abriendo la puerta ya nos estamos descalzando, las más ordenadas los recogen en las manos, haciendo malabares con las bolsas de la compra, el bolso y el paraguas, otras directamente les damos una patadita para que queden aparcados junto al zapatero de la entrada, ya se colocaran ellos solos cuando les apetezca.
He pensado en ponerme mis mejores tacones y subir al piso encima del suyo (si la vecina me dejase, que ese sería otro tema) y taconearle de madrugada al mas puro estilo de Antonio Recio en La que se avecina, pero me asusta parecerme en algo a él, y lo he descartado. También puedo aguantarme, comprar tapones para los oídos, valerianas para sobrellevarlo y dejar que pase el tiempo y consolarme pensando que cuando cumpla setenta años ya no taconeará igual, pero claro, para dentro de 30 años, será más probable que yo no escuche sus tacones a que ella deje de llevarlos puestos.
Se aceptan ideas a más corto plazo de tiempo, ¿alguna? (Comentárselo no vale, ya lo hice sutilmente, y solo lo entendió su novio, que me deseó Buena suerte. Y sí, cambiarme de casa queda descartado. Me gusta mi piso y mi barrio, solo detesto a los tacones de mi vecina).


Sonríe, que sonreír no cuesta dinero y es muy sano. Disfruta de la vida, hasta de los tacones de tu vecina.