miércoles, 5 de agosto de 2015

Tu sonrisa, ésa que ilumina

Apareciste un viernes por la mañana, no sabía quién eras ni como te llamabas, recuerdo perfectamente que aparcaste el coche delante de mi tienda, te apeaste y después de mirarlo volviste a aparcarlo mejor, solo cinco centímetros más pegado a la acera, nadie notó la diferencia salvo tú. Luego supe que no era perfección, sino que así pensabas que molestaría menos a los coches que pasaban por la calle de una sola dirección. Me sonreíste y dijiste, “así está mejor. Luego vuelvo”. Me quedé sorprendida y apenas hice caso a tu comentario, me quedé embobada con tu sonrisa, esa que fue capaz de dar luz y color a un día gris en todos los sentidos. Llevabas el pelo largo, te tapaba la frente y parte de los ojos, y unos vaqueros rotos y desgastados, deportivas negras y una camiseta normal. Media hora después apareciste en mi puerta, con esa gran sonrisa que es tu carta de presentación, esa que te identifica y que tanto dice de ti, “hola, ya estoy aquí, quería comprar un traje, es para una boda, la boda de un amigo”. Lo dijiste todo del tirón, y yo solo me quedé con el hola. Supe que eras tú por la sonrisa, pero ahora llevabas el pelo corto, muy corto y dejaba ver tu cara, tus ojos, esos maravillosos ojos claros que me absorbieron, comenzaste a hablar sin parar, y yo seguía sin poder prestar atención a tus palabras.
Cuando conseguí recomponerme y hacerme con la situación, pasamos el resto de la mañana probando pantalones, camisas, anudando y deshaciendo los nudos de las corbatas, ajustándote los pantalones, ayudándote con las chaquetas, que si chaleco, que mejor no, yo prefiero cinturón pero los tirantes tienen su punto, … creo que nunca antes había dedicado tanto tiempo a un cliente y sin embargo, me pareció tan poco.
Hoy cuando has vuelto a recoger la ropa ya arreglada, creía que llegarías y te irías rápido, solo era recogerla. Pero no, traías café y tu inmensa sonrisa. Nuestra primera cita, dijiste.


Soñemos

domingo, 2 de agosto de 2015

Primer domingo de agosto, todo el mundo de vacaciones y los que no, de relax lejos de casa, lo mas que se pueda porque las cuatro paredes agobian y encierran y yo me encuentro en una ciudad sin mar y a más de 30 grados sin planes concretos mas allá de poner la lavadora y mantener las persianas bajadas, nada de fiestas ni quedar con los amigos porque no hay nadie que se haya quedado en el asfalto. Sin posibilidad de irme a la playa o escaparme a la montaña, ni siquiera a mojar los pies en un río. Nada. Nada que hacer, solo yo, mi sofá y mi portátil. 
Y sin embargo, estoy encantada porque he empezado a dar forma a una idea que tenía en stand-by hace tiempo. Estaría mejor en cualquier chiringuito de playa o comiendo una parrillada en un area recreativa, es posible pero justamente hoy no lo echo de menos. Quiero recuperarme, volver a encontrarme y para eso necesito pensar, reflexionar sobre aquello que quiero en mi vida y lo que no. Me guste o no es algo que tengo que hacer y que he estado retrasando hasta hoy. 
No sé por qué hoy ha sido el día elegido, no lo busqué, no lo planifiqué, tantos otros que huí de mí misma, de mis pensamientos, escondiendome a dormir con la esperanza que pasara el tiempo y el tiempo decidiera por mí, que me mandara señales o lo dijera claro. Cualquier cosa me valía menos el enfretarme a mí misma. Ha sido hoy, así sin pensar que he decidido ponerme a pensar en ti, sobre todo en mí. Y al final, te pregunto, tú qué harías ¿apostamos, lo hacemos a caballo ganador o nos quedamos con el que siempre termina la carrera, es el mas constante, el mas regular se dice, aunque suena mal? ¿Cubrimos la apuesta o no arriesgamos? 

Yo juego, conseguiré la mano ganadora y apostaré; apuesto por soñar y cumplir mis sueños. Soñemos