martes, 1 de diciembre de 2015

Te observo

Ese privilegio que ofrecen las terrazas y los telescopios, ese privilegio de poder observarte en la distancia sin ser observada. Puede que quizás lo sepas, quizás te sientas observado, eso explicaría porqué de vez en cuando te giras y miras detrás tuyo como queriendo sorprender a alguien.
Lo hago de vez en cuando, no siempre, a veces opto por acompañarte en tu paseo por la playa, pero otras veces me gusta quedarme en casa esperándote. Tú no lo sabes pero en cuanto te vas, pongo el chocolate a fuego lento y me subo corriendo a la terraza y coloco el telescopio en tu dirección.
Me gusta verte, verte pasear con calma, mientras dejas que el agua te moje. A menudo te enfrascas tanto en tus pensamientos que se te olvida que vienen olas fuertes y te mojan el pantalón. Hace frío y volverás tiritando y corriendo, no pasa nada, el chocolate te espera junto a la chimenea.
Te gusta el mar. Con las manos en los bolsillos esperas las olas venir y las ves marchar. Te tomas tu tiempo, caminas sin prisa, incluso algunas veces te sientas rodeando con los brazos tus piernas, igual que cuando te acompaño y nos sentamos, me rodeas con tus brazos y me abrazas como si temieras que el viento me lleve o el frío del invierno me congele. Podemos pasarnos mucho tiempo sin decirnos nada, diciéndolo todo, sin ni siquiera mirarnos. No nos hace falta, ni entonces ni ahora. Tú mirando al horizonte, yo mirándote. Yo pensándote, tú pensándome. Te giras hacia la casa, no puedes verme, la distancia lo impide.
Recojo el telescopio y lo pongo en su sitio, bajo corriendo a apartar el chocolate del fuego, ya está listo, y la chimenea encendida, que añado leña para que coja más fuerza. Abrirás la puerta y estarás en casa.
Soñemos.


martes, 17 de noviembre de 2015

Tú, y yo sin ti

Me desperté pronto, aunque me negué a abrir los ojos para ver si volvía a dormirme, pero no. Mi mente no me dejaba, ella insistía en pensar en ti.
No te conocía en realidad, ahora lo sé, sabía de ti lo que me contabas y dejabas ver, pero la realidad no, ésa era otra. Aun no entiendo por qué lo hacías, si porque estás acostumbrado a pasar de puntillas por la realidad o porque tu vida no te gusta y te inventas otra. Una vida paralela en la que querías que entrase a formar parte de ella, de ese paralelismo que parecía verdad y era todo mentira. Tú, que tan perfecto parecías y estabas lleno de imperfecciones. No, no me creas ingenua, no lo soy, sé que la perfección no existe, pero también sé que algunas personas pueden rozarla, esas personas que encajan unas con otras resultan ser perfectas entre ellas y para ellas. Pero no eras tú, tú no eres perfecto y aún así me pienso si te quiero en mi vida.
Sé que tú no me quieres en la tuya, solo en tu vida paralela, ésa en la que no está tu familia, que seguirá existiendo siempre aunque digas que no y de la que yo me niego a separarte. Tú y tu vida, la real y la quieres que sea real y solo es imaginación.

Tú y solo tú, sin un nosotros. Yo y solo yo, sin ti.

lunes, 19 de octubre de 2015

Y si quiero ser feliz, qué

Os presento a "Y si quiero ser feliz, qué" mi primer libro publicado en septiembre de 2015. 

Mi sueño hecho realidad, y la realidad está siendo aun mejor que el sueño. 
Os invito a leerlo, a disfrutarlo, a vivirlo.







Para conseguirlo: 
Mail: lareinadelysi@gmail.com

Editorial Circulo Rojo
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Librerías en Asturias;
En Tineo, en librería Asturias y Carbel
En Cangas del Narcea, en Treito
En Salas, en Cosas
En Oviedo, en librería Cervantes y Santa Teresa
En Gijon, en la librería Central



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lunes, 21 de septiembre de 2015

La avioneta en la solapa

Habíamos quedado a las ocho en una cafetería concurrida, la mesa al fondo a la derecha, la que hay junto a la esquina, ahí estabas cuando entré. Llevabas camisa blanca y una americana gris. Un pin en la solapa de una avioneta. Pelo canoso y piel morena. Mirabas el periódico sin levantar la cabeza, me acerqué y me senté en tu mesa, no enfrente, sino en la silla de al lado. Entonces me miraste sorprendido, yo sonreí y luego me quedé con la boca abierta a media sonrisa. Era evidente que no me esperabas a mí. Supongo que es lo que tienen las citas a ciegas, que nunca son lo que esperas.
Esa amiga común que nos pone en contacto y nos obliga a acudir a tomar un café con un desconocido porque resulta ser ideal. No sabía qué decir, y me pareciste un desagradable porque no decías nada. Maleducado porque al menos podías ser amable. Vale, no soy como esperabas, pero podías invitarme a café y mantener una conversación sobre el tiempo para que la situación ya de por sí incómoda lo fuese un poco menos, pensaba.
Me levanté para irme medio indignada medio avergonzada cuando me sujetaste por el brazo y me pediste que me volviese a sentar. Llamaste a la camarera para pedirle un par de cafés, y comenzamos a hablar sobre un artículo que acababas de leer en el periódico.
Al café le siguió un paseo por la zona antigua de la ciudad, un vino, otro y una cena en un restaurante acogedor, en un local escondido de las multitudes. Una conversación que no cesaba y una complicidad poco habitual.

Un beso de despedida seguido de varios mas y me pediste el teléfono para quedar al día siguiente, al mismo tiempo que mi nombre. ¡¿Mi nombre, no lo recuerdas?! Le pregunté. –No puedo saberlo porque lo cierto es que no te presentaste cuando te sentaste en mi mesa, me dijo. –No hacia falta, los dos sabíamos a quién íbamos a ver, le respondí.
Su cara fue de incomprensión. Entonces me di cuenta. ¿Cuántos hombres con camisa blanca, americana gris y un pin de avioneta puede haber en una cafetería a la misma hora y el mismo día?

¿Me había equivocado de hombre, o había acertado de pleno? 

domingo, 6 de septiembre de 2015

Por tantos cafés perdidos



Me diste las gracias por una tontería, aun recuerdo el día, yo te dije que no se merecían. Así fue el comienzo. Algo sin importancia.
Siguieron conversaciones breves, cordiales, apareció la confianza, y se instalaron las conversaciones largas, las preguntas con doble sentido, las proposiciones falsas, las promesas, demasiadas, que nunca se cumplieron, y un juego que nadie ganó, porque al final tuvo que ser eso, un juego. Ni siquiera había un premio, por tanto no sé a qué jugábamos.

La vida está llena de experiencia, es eso en realidad, la puñetera experiencia que para enseñarte te hace vivir con la practica en lugar de con teoría. No importa, de un modo u otro, se empeña en enseñarnos y nosotros nos resistimos a aprender. Aunque pienso que en el fondo lo consigue, a largo plazo. Dejamos pasar el tiempo y entonces lo vemos. Ya nos da igual aquello que en su momento tanto nos importaba. Todo es cuestión de tiempo y de experiencia, también.
Palabras que aun escritas se ha llevado el tiempo, no el viento. Sin embargo, hay algo que queda, que no se borrará ni dando a la tecla de SUPR de la vida, las imágenes, las fotos que compartimos, porque las imágenes, perduraran.

Por tantos cafés perdidos, hoy, invito yo si es que hoy es el día 

miércoles, 5 de agosto de 2015

Tu sonrisa, ésa que ilumina

Apareciste un viernes por la mañana, no sabía quién eras ni como te llamabas, recuerdo perfectamente que aparcaste el coche delante de mi tienda, te apeaste y después de mirarlo volviste a aparcarlo mejor, solo cinco centímetros más pegado a la acera, nadie notó la diferencia salvo tú. Luego supe que no era perfección, sino que así pensabas que molestaría menos a los coches que pasaban por la calle de una sola dirección. Me sonreíste y dijiste, “así está mejor. Luego vuelvo”. Me quedé sorprendida y apenas hice caso a tu comentario, me quedé embobada con tu sonrisa, esa que fue capaz de dar luz y color a un día gris en todos los sentidos. Llevabas el pelo largo, te tapaba la frente y parte de los ojos, y unos vaqueros rotos y desgastados, deportivas negras y una camiseta normal. Media hora después apareciste en mi puerta, con esa gran sonrisa que es tu carta de presentación, esa que te identifica y que tanto dice de ti, “hola, ya estoy aquí, quería comprar un traje, es para una boda, la boda de un amigo”. Lo dijiste todo del tirón, y yo solo me quedé con el hola. Supe que eras tú por la sonrisa, pero ahora llevabas el pelo corto, muy corto y dejaba ver tu cara, tus ojos, esos maravillosos ojos claros que me absorbieron, comenzaste a hablar sin parar, y yo seguía sin poder prestar atención a tus palabras.
Cuando conseguí recomponerme y hacerme con la situación, pasamos el resto de la mañana probando pantalones, camisas, anudando y deshaciendo los nudos de las corbatas, ajustándote los pantalones, ayudándote con las chaquetas, que si chaleco, que mejor no, yo prefiero cinturón pero los tirantes tienen su punto, … creo que nunca antes había dedicado tanto tiempo a un cliente y sin embargo, me pareció tan poco.
Hoy cuando has vuelto a recoger la ropa ya arreglada, creía que llegarías y te irías rápido, solo era recogerla. Pero no, traías café y tu inmensa sonrisa. Nuestra primera cita, dijiste.


Soñemos

domingo, 2 de agosto de 2015

Primer domingo de agosto, todo el mundo de vacaciones y los que no, de relax lejos de casa, lo mas que se pueda porque las cuatro paredes agobian y encierran y yo me encuentro en una ciudad sin mar y a más de 30 grados sin planes concretos mas allá de poner la lavadora y mantener las persianas bajadas, nada de fiestas ni quedar con los amigos porque no hay nadie que se haya quedado en el asfalto. Sin posibilidad de irme a la playa o escaparme a la montaña, ni siquiera a mojar los pies en un río. Nada. Nada que hacer, solo yo, mi sofá y mi portátil. 
Y sin embargo, estoy encantada porque he empezado a dar forma a una idea que tenía en stand-by hace tiempo. Estaría mejor en cualquier chiringuito de playa o comiendo una parrillada en un area recreativa, es posible pero justamente hoy no lo echo de menos. Quiero recuperarme, volver a encontrarme y para eso necesito pensar, reflexionar sobre aquello que quiero en mi vida y lo que no. Me guste o no es algo que tengo que hacer y que he estado retrasando hasta hoy. 
No sé por qué hoy ha sido el día elegido, no lo busqué, no lo planifiqué, tantos otros que huí de mí misma, de mis pensamientos, escondiendome a dormir con la esperanza que pasara el tiempo y el tiempo decidiera por mí, que me mandara señales o lo dijera claro. Cualquier cosa me valía menos el enfretarme a mí misma. Ha sido hoy, así sin pensar que he decidido ponerme a pensar en ti, sobre todo en mí. Y al final, te pregunto, tú qué harías ¿apostamos, lo hacemos a caballo ganador o nos quedamos con el que siempre termina la carrera, es el mas constante, el mas regular se dice, aunque suena mal? ¿Cubrimos la apuesta o no arriesgamos? 

Yo juego, conseguiré la mano ganadora y apostaré; apuesto por soñar y cumplir mis sueños. Soñemos